domingo, 4 de septiembre de 2011

En la oscuridad


En un rincón de una habitación a media luz estaba ella, sentada junto a la ventana, mirando las estrellas cegada por su resplandor. Allí estaba, absorta en su mundo, en sus pensamientos como cada noche. Dentro de la habitación se encontraba su cuerpo, pero su alma y su corazón en cambio, había traspasado la ventana, se habían evadido de su  cuerpo y de los pensamientos, en este momento solo son capaces de sentir. Ahora lo puede ver todo con más claridad, sí, es de noche y, sí, está oscuro, pero ella más que nunca lo ve todo claro, nítido, sabe lo quiere, lo que  busca en la vida. Sabe que  no importa la distancia física que haya entre dos personas si sus corazones están unidos; si cada noche se reencuentran, si en el silencio ella escucha sus palabras, si su voz le da alas para volar y poder así, alcanzar el cielo y descubrir que, del cielo a la tierra no hay un abismo, y que hasta en la mayor oscuridad posible, siempre se puede atisbar el más mínimo signo de claridad, sólo hay que saber encontrarlo.

1 comentario:

  1. La luz, la verdadera luz y la verdadera esperanza siempre están en nuestro corazón (aunque éste sea de papel). Lo que ocurre es que los brillos y ruidos de la vida, del día a día, nos dejan ciegos y sordos ante ellas.
    Una interesante reflexión.

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