viernes, 9 de septiembre de 2011

Te pertenece la vida.


Hay veces, días , meses o incluso años, en los que parece que un vacío por dentro no te deja continuar con tu vida, con tu rumbo. Un vacío que parece no  dejarte alcanzar las metas que te has propuesto. Entonces llega un día, mejor dicho El Día. Llega  el día en el que te das cuenta de que estar amargado, triste o vacío no te sirve de nada. Que la vida es un regalo con fecha de caducidad y que en menos de lo que te das cuenta ya está vencido. Es un regalo que no tiene ticket para devolverlo, ni garantía para cambiarlo por otra vida si algo hace que se rompa  y que todos tus sueños se desmoronen. La única garantía de este regalo, es el regalo en sí, es la vida. La vida te pertenece. Te pertenece cada suspiro que des cuando estés cansado de recorrer un camino que, aparentemente no tiene final; te pertenece cada sonrisa que tus labios esbocen por cualquier cosa, por insignificante que sea; te pertenece cada lágrima que tus ojos derramen ya sea por tristeza o por una gran alegría; te pertenece cada mirada que tus ojos echen a su alrededor, te pertenece cada carcajada con la que tu risa se exprese; te pertenece cada grito que tu voz, tu alma y tu cuerpo utilicen para pedir aliento. Te pertenece cada pena y cada alegría. Te pertenece cada error y cada acierto. Te pertenece la vida.

domingo, 4 de septiembre de 2011

En la oscuridad


En un rincón de una habitación a media luz estaba ella, sentada junto a la ventana, mirando las estrellas cegada por su resplandor. Allí estaba, absorta en su mundo, en sus pensamientos como cada noche. Dentro de la habitación se encontraba su cuerpo, pero su alma y su corazón en cambio, había traspasado la ventana, se habían evadido de su  cuerpo y de los pensamientos, en este momento solo son capaces de sentir. Ahora lo puede ver todo con más claridad, sí, es de noche y, sí, está oscuro, pero ella más que nunca lo ve todo claro, nítido, sabe lo quiere, lo que  busca en la vida. Sabe que  no importa la distancia física que haya entre dos personas si sus corazones están unidos; si cada noche se reencuentran, si en el silencio ella escucha sus palabras, si su voz le da alas para volar y poder así, alcanzar el cielo y descubrir que, del cielo a la tierra no hay un abismo, y que hasta en la mayor oscuridad posible, siempre se puede atisbar el más mínimo signo de claridad, sólo hay que saber encontrarlo.